El deseo
Cierra los ojos, pide un deseo. Una, dos, tres… Y soplamos…Una vez que apagamos las velas, hemos encendido la intención de ese sueño.

El deseo, la mayoría de las veces, busca un premio: la satisfacción, y si es inmediata, mejor. Se trata de sembrar nuestra esperanza, en algo que percibimos como una nueva posibilidad. Decía Aristóteles: ¨El hombre es una inteligencia deseante, o un deseo inteligente¨.
Desear se ha convertido en el motor de nuestra existencia y de la insistencia por anhelar algo más; y cuando este no llega tal y como lo queremos, este verbo se convierte en una fuente infinita de frustración porque las cosas no son como las imaginamos.
Pero es que se nos ha olvidado que no atraemos lo que queremos, sino que atraemos lo que somos. Estamos llenos de deseos, incluso me atrevo a decir que, sin ellos, la vida no tendría sentido. Y nos vamos agarrando a ellos con uñas y dientes, tratando de buscarle rumbo al sinsentido, porque estamos convencidos de que, si no existieran, caeríamos en un pozo profundo de decepción y monotonía.
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Desear es parte de nuestra capacidad de crear, pero, ¿desde dónde estamos pidiendo, desde qué energía, desde qué intención?
Pedir de forma correcta es fundamental cuando queremos ponerle cara a la manifestación. Pero entonces, si atraigo lo que soy y no lo que quiero, ¿qué estoy diciendo? Que somos energía, y eso señoras y señores, lo comprobó Einstein.
Atraemos la energía que somos y eso lo voy a explicar de la siguiente manera. El universo es infinitamente abundante, tiene TODO para darnos. Sin embargo, él no habla español, inglés o francés. El lenguaje del universo es la emoción, la frecuencia vibratoria de cada una de las palabras con las que creamos nuestros pensamientos; como lo dijo Buda: ¨ A partir de nuestros pensamientos, creamos nuestra vida¨. Lo que significa que a partir de la frecuencia vibratoria de las palabras que utilizo para formular mis pensamientos, se crea nuestra vida.
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Las emociones están medidas en hertz, el Dr David Hawkins, se dedicó a investigar esto por años y comprobó que cada una de las emociones tiene un nivel distinto de consciencia, el mismo nivel que el universo detecta cuando le presentamos nuestros deseos.
Si estoy en miedo, atraigo miedo, pero si estoy en amor, atraigo amor. Es un tema extenso y me gustaría profundizar más en él, pero se me acaba el espacio físico de esta columna, así que solo me queda invitarte a que te cuestiones, qué emoción tienen las palabras con las que emites tus deseos, pues de eso tendrás abundancia ilimitada.
Así que si lo analizas, tus deseos materializados, son el reflejo del nivel de consciencia de tus pensamientos y si no cambiamos la emoción, seguiremos siendo el conejo persiguiendo la zanahoria. Pues como bien lo dijo Spinoza: ¨La esencia del hombre es el deseo¨.
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