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Ansiedad silenciosa y mujeres exitosas

Un enfoque sobre el precio que se paga por el rendimiento constante

Ansiedad silenciosa y mujeres exitosas
Las mujeres pueden experimentar crisis de ansiedad en secreto. Foto: Freepik / Ilustrativa.

A simple vista, las mujeres exitosas lo tienen todo: una carrera consolidada, independencia económica, logros visibles, admiración social. Son mujeres brillantes, disciplinadas, líderes en sus campos. Pero bajo la superficie del éxito se esconde una tensión interna difícil de nombrar, mucho menos compartir: la ansiedad silenciosa. Esa que no se grita, que no interrumpe reuniones ni hace escándalo, pero que se consume desde adentro. Esa que convive con la excelencia y el perfeccionismo que muchas veces se normaliza como “parte del paquete”.

¿A cuántas mujeres conoces así? Incluso tú y yo podemos ser una de ellas. Destacándonos por nuestra capacidad de organización, resiliencia y dedicación, nos levantamos temprano, lideramos equipos, sostenemos familias, pero difícilmente nos permitimos fallar, dudar o detenernos. Hoy se nos llama “superpoderosas” y se nos acompaña con un mito de control y del equilibrio perpetuo que es una de las principales trampas que alimentan la ansiedad silenciosa.

Mientras más exitosas, menos nos damos permiso de pedir ayuda porque hacerlo sería admitir que algo no está bien y eso, en entornos competitivos o familias exigentes, se interpreta como debilidad.

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No, no son ataques de pánico visibles o cuadros de ansiedad generalizada con síntomas intensos, este tipo de ansiedad es sutil, constante y, por lo tanto, difícil de detectar. Se manifiesta con insomnio, irritabilidad, hiperproductividad, sensación crónica de “hacer más” y mucha autocrítica.

No impide funcionar, pero sí agota. No paraliza, pero sí desgasta. Y muchas veces se disfraza de éxito.

Entre los síntomas más frecuentes: Fatiga mental persistente a pesar del descanso físico; necesidad de control; miedo a decepcionar incluso cuando se han superado las expectativas; hipervigilancia emocional: revisar constantemente qué se dijo, cómo se actuó, si se agradó o no; somatización: migrañas, problemas digestivos, tensión muscular.

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¿Cómo llegamos aquí? Desde chicas muchas mujeres aprendimos que para ser valoradas teníamos que destacar. No bastaba con ser buenas, había que ser excepcionales. En la escuela, en la casa, en el trabajo. Crecimos con la mentalidad de “tener que ganarnos el lugar”.

Aun así, hoy hay una doble moral, a una mujer exitosa se le evalúa con más dureza que a un hombre en la misma posición. Se espera que sea firme, pero no mandona; decidida, pero no arrogante; sensible, pero no débil. Un equilibrio imposible entre autoridad y amabilidad que genera una presión constante por hacerlo todo bien.

Pero aparte de todo esto, las mujeres exitosas cargamos con un sentido de culpa por dedicarle tiempo a la carrera. Constantemente dudando si estamos descuidando a la familia, pareja, o a los hijos. Un caldo de cultivo para la ansiedad silenciosa.

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Por otro lado, crecemos con la narrativa de “no tener que necesitar a nadie” lo cual nos empodera, pero a la vez, nos aísla. Por lo que no pedimos ayuda y pagamos el costo emocional que trae consigo.

Vivimos en una cultura que glorifica la ocupación. Donde “estar ocupada” es una medalla de éxito. Caemos en la trampa de definir nuestro valor en base a lo que producimos. La productividad se vuelve una identidad, y si no producimos entonces no sabemos quién somos.

El éxito, mi querido lector, puede ser un capricho. La ansiedad silenciosa no es el precio inevitable del éxito. Reconocerla y atenderla es un acto de amor propio. Una mujer realizada no es la que más rinde, sino la que vive en equilibrio.

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author
Brenda Jaet

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