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Aire para pensar y dejar pensar | Solitud y soledad

¿Qué determina cómo sentirnos?

Aire para pensar y dejar pensar | Solitud y soledad
Paola Albarrán. Foto: Cortesía.

Siempre han dicho que la soledad es mala consejera. Y en el día a día, hacemos de todo para no estar en contacto con nosotros mismos. Nos llenamos de gente, juntas, de pendientes; de llenar el reloj con todo menos con nosotros.

Esas conversaciones duras de tener, normalmente tendemos a posponerlas, cambiando lo urgente por lo importante.

La famosa cita enfrente del espejo, parece suceder cada vez con menor frecuencia.

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Nos fundimos con quien nos regala compañía, y se nos van los días y los meses y la vida palomeando la interminable lista de pendientes que tenemos que hacer. Olvidándonos de quién ser.

Se nos van los minutos scrolleando el celular, respondiendo mensajes cuando el llamado más urgente no necesariamente tiene una notificación y un sonido al llegar. Sino que son pequeñas señales sin letras ni sonido, en conversaciones de otros o quizás ese silencio formado donde por fin lograste conectar.

Se necesita de mucha valentía para acudir al llamado del autodescubrimiento, autenticidad, inspiración, decisiones, determinación. O como bien lo decía Federico García Lorca: “la soledad es la gran talladora de espíritu”.

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Es entrar en soledad y cruzar un oscuro bosque donde como fantasía encontraremos monstros que dan miedo y te enfrentas con mitos que nos conectan con la incertidumbre. Y es que no hay otro camino para poder llegar de la oscuridad a la luz. De la angustia a la paz. De la soledad a la solitud.

La soledad es de los miedos más grandes. Y como todo miedo, paraliza. Te inmoviliza, te castiga, te impide pensar, planear, moverte, navegar. La soledad es capaz de tejer universos absolutamente adversos donde parece que todos los caminos se cierran.

Y no hay peor soledad que estar solo estando acompañado. Esa soledad traspasa el alma. Los silencios se convierten en cuchillas afiladas que como profesionales matan cualquier anhelo. Una soledad donde no hay eco a tus sentimientos, pensamientos, ideas. Una soledad cruel que paraliza el alma y silencia tu esencia.

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La vida cambia, los ciclos se transforman, las personas van y vuelven. Dejan huella, cicatrices o flores; nada es eterno. Es por eso importante dar tu mejor versión pues jamás volverás a pasar por el mismo lugar.

En cambio, en solitud, disfrutas tú de tu propia compañía. Son esos momentos donde tu presencia basta para llenar tu mundo. Donde el silencio reina, donde tu voluntad se escucha. Donde hay poco y por eso lo que hay, vale mucho.

El valor de los sentidos. Es un eje principal para el disfrute de la solitud. El olor, la temperatura, el sabor, la velocidad a la que suceden las cosas. Te conviertes en observador y testigo de la velocidad a la que la vida va. Eres receptivo. La mente despierta. Te das cuenta del verdadero valor del tiempo. Que cuando la pasas bien.

Estar en solitud te pide valor y te regala análisis. Te pide silencio y te regala respuestas. Te pide pausa y te regala panorama.

Páginas en blanco para escribirlas con profundidad. Estar en solitud es escribir en piedra. Te define, te determina, te pone límites. Donde no entra nadie pues tu universo está ocupado por tu absoluta presencia y conciencia.

La delgada línea de cómo vivir la vida, el único diferenciador. Tú mismo y la historia que te cuentes. Recuerda que hay veces que la soledad en solitud es la mejor compañía.

Busca esa solitud, será tu mejor compañera.

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Paola Albarrán

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