La maldición de los Grimaldi: el precio de reinar en Mónaco

¿Qué hay detrás de la leyenda que asegura que los Grimaldi están condenados a no encontrar el amor verdadero?

La maldición de los Grimaldi el precio de reinar en Mónaco
Foto: Canva Pro

Durante siglos, el Principado de Mónaco ha sido sinónimo de lujo, glamour y realeza… pero también de rupturas, escándalos sentimentales y tragedias amorosas. Todo parece comenzar hace más de 700 años, cuando Francesco Grimaldi, disfrazado de monje, logró entrar y conquistar Mónaco junto a su primo Rainiero. La historia cuenta que este último, ya instalado como gobernador, abusaba de su poder —y de las mujeres—, hasta que una de ellas lanzó una sentencia que ha resonado generación tras generación:“Los Grimaldi nunca encontrarán el amor en el matrimonio.”

Desde entonces, esta maldición ha sido el telón de fondo para analizar la vida sentimental de muchos de sus descendientes. Empezando por la princesa Carlota, cuyo matrimonio arreglado terminó en divorcio, pasando por su hijo Rainiero III y su turbulenta relación con la icónica Grace Kelly, hasta llegar a sus hijas Carolina y Estefanía, cuyos enlaces también han terminado entre separaciones y dolor.

El matrimonio entre Rainiero III de Mónaco y Grace Kelly parecía perfecto, pero terminó siendo una pieza clave en la leyenda de la maldición de los Grimaldi. Ella dejó su exitosa carrera en Hollywood para convertirse en princesa, pero su vida dio un giro trágico en 1982, cuando murió en un accidente automovilístico en las colinas de Mónaco. Su repentina muerte no solo marcó el fin de una era, sino que reforzó la idea de que en esta familia real, el amor y la felicidad matrimonial siempre terminan en drama o tragedia.

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El amor tampoco fue sencillo para sus hijas, Carolina y Estefanía

Las hijas de Grace Kelly, Carolina y Estefanía de Mónaco, tampoco escaparon a la sombra de la llamada maldición de los Grimaldi. Carolina ha vivido tres matrimonios marcados por la inestabilidad y la tragedia: su primer enlace con Philippe Junot terminó en divorcio, su segundo esposo, Stefano Casiraghi, murió en un accidente náutico, y su tercera relación con Ernesto de Hannover también fue turbulenta. Estefanía, por su parte, vivió romances mediáticos y dos matrimonios fallidos —con Daniel Ducruet y Adans Peres— además de un historial amoroso tan impredecible como breve. Sus vidas sentimentales, marcadas por rupturas, escándalos y dolor, parecen reforzar la creencia de que en la familia Grimaldi el amor verdadero nunca llega sin un alto precio.

Hoy en día, las alarmas vuelven a sonar con fuerza alrededor del matrimonio entre el príncipe Alberto de Mónaco -tercer hijo de Grace- y Charlène Wittstock, quienes han enfrentado un sinfín de especulaciones sobre un posible divorcio. Aunque la pareja ha intentado apagar los rumores con comunicados oficiales, entrevistas y hasta besos frente a las cámaras, lo cierto es que la leyenda sigue muy presente. Y aunque recientemente los hemos visto más unidos, los focos siguen apuntando con duda.

Incluso hubo quien afirmó que Charlène solo permanece en el principado por un acuerdo económico millonario, ejerciendo de primera dama solo en actos oficiales. Nada confirmado, pero suficiente para alimentar la teoría de la maldición.

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¿Todos están condenados?

Curiosamente, las nuevas generaciones parecían estar rompiendo el hechizo, al menos por un tiempo. Los hijos de Carolina —Andrea, Pierre y Carlota Casiraghi— fueron durante años ejemplo de estabilidad sentimental. Sin embargo, en 2024, medios europeos reportaron que Carlota se habría divorciado de Dimitri Rassam, lo que reavivó las teorías sobre la persistencia de la maldición. Andrea Casiraghi sigue casado con Tatiana Santo Domingo, al igual que Pierre con Beatrice Borromeo, quienes incluso esperan a su tercer hijo. Por su parte, Louis Ducruet, hijo de Estefanía, también mantiene un matrimonio sólido con Marie Chevallier. Pero claro… el tiempo dirá si estos romances realmente resisten la presión, la historia… y la maldición.

¿Crees que el linaje Grimaldi está marcado por el desamor o solo es coincidencia histórica?

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Karla Talavera

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