Sydney Sweeney y Brooke Shields: dos campañas, un mismo patrón
La explotación estética de la juventud y los mensajes discriminatorios siguen presentes, pero… ¿deberían seguir teniendo cabida?

En 1980, Brooke Shields, con apenas 15 años, protagonizó una de las campañas más controversiales —y efectivas— de la historia de la moda. En el comercial para Calvin Klein, la joven actriz pronunciaba la ya legendaria frase: “¿Sabes qué hay entre yo y mis Calvin? Nada.” Con una mirada inocente y jeans ajustados, la campaña jugaba con la delgada línea entre sensualidad y provocación infantil.
El mensaje funcionó: las ventas se dispararon y Calvin Klein se consolidó como sinónimo de rebeldía sexy en la cultura pop. Cuarenta y cinco años después, American Eagle parece repetir la fórmula. Su nueva campaña, encabezada por Sydney Sweeney, revive una estética que, lejos de homenajear, resucita prácticas que hoy deberían estar superadas.
En uno de los eslóganes, la marca juega con el doble sentido de “jeans & genes” (mezclilla y genética), destacando los rasgos físicos de Sweeney —ojos azules, cabello rubio— como parte del “legado” que hace especiales a los nuevos modelos de jeans. El subtexto no es inocente. Cuando los estándares de belleza exaltan únicamente ciertos rasgos eurocéntricos, se cruza una línea peligrosa: la de la discriminación racial disfrazada de marketing aspiracional.
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Una historia que se repite, pero en otro contexto
Ambas campañas tienen en común no solo su estética sino el patrón: mujeres jóvenes, blancas, convertidas en objeto de deseo bajo una narrativa que enaltece su biología y juventud como símbolo de valor. Pero mientras que en los años 80 ese discurso fue recibido sin demasiadas críticas, en 2025 debería provocar un rechazo rotundo. Aunque la conversación en redes ha comenzado, y muchas voces han señalado el carácter problemático de los mensajes, la campaña sigue activa en las plataformas oficiales de American Eagle, lo que evidencia una desconexión entre las estrategias publicitarias y los valores que la audiencia actual espera.
En los comentarios de la publicación oficial de American Eagle, el panorama resulta alarmante. Aunque muchas personas han señalado el tono excluyente y cuestionable del mensaje, también hay un número significativo de respuestas que lo aplauden abiertamente. En un momento global marcado por guerras, desplazamientos forzados y crímenes de odio, volver a mensajes que evocan la supremacía blanca —aunque sea de forma indirecta— es alarmante. Aceptar que campañas de este tipo sigan saliendo a la luz no solo revela un error de juicio, sino también una falta de responsabilidad ética por parte de las marcas.
La moda tiene poder, sí. Pero también tiene memoria. Y cuando esa memoria se usa para repetir errores en lugar de aprender de ellos, es hora de preguntar: ¿hasta cuándo vamos a permitir que el marketing romantice discursos dañinos?
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