Quién fue Lady Fermoy, la estricta abuela de Diana que odiaba los escándalos
La baronesa que moldeó el destino de Diana desde las sombras, entre la lealtad a la corona y la rigidez de las apariencias.

Mucho antes de que Lady Di se convirtiera en un ícono global, una figura imponente marcaba las reglas del decoro en su linaje: Ruth Sylvia Gill, conocida como Lady Fermoy, su abuela materna. Nacida el 2 de octubre de 1908, en una familia acomodada de Escocia, Ruth creció entre privilegios, códigos sociales rígidos y una fuerte devoción por las apariencias. Su padre, el coronel William Smith Gill, y su madre, también llamada Ruth, eran reconocidos terratenientes, y se cree que en su linaje corría sangre armenia e india, algo poco común —y discretamente silenciado— en la aristocracia británica.
Pero Lady Fermoy no era solo una mujer de apellido respetado: también fue una pianista talentosa, formada en el Conservatorio de París bajo la tutela del célebre Alfred Cortot en los años veinte. Esa combinación de arte, educación y estatus la posicionó como una dama ideal para los círculos reales. En su juventud, incluso hubo un ligero desvío amoroso: se decía que el interés inicial de la familia era su relación con Frank Roche, pero al conocer al hermano gemelo, Maurice Roche, la conexión fue inmediata y definitiva.
Lady Fermoy se casó con Maurice Roche, cuarto barón Fermoy y amigo íntimo del rey Jorge VI, el 17 de septiembre de 1931. A pesar de la diferencia de edad —ella tenía poco más de 20 y él más de 40—, la unión fortaleció su posición en la aristocracia y la acercó al entorno real, especialmente a Elizabeth Bowes-Lyon, la reina madre. Su lealtad a la corona fue absoluta, y con los años se convirtió en una de las damas de compañía más cercanas y discretas de la soberana.
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Entre la corona, el deber y los lazos familiares
Con tres hijos fruto de su matrimonio, Lady Fermoy trasladó sus valores estrictos a su propia descendencia. Pero su mayor decepción llegó con su hija, Frances Shand Kydd, madre de Diana, quien rompió las reglas no escritas del deber aristocrático al divorciarse de John Spencer, vizconde Althorp, y marcharse con otro hombre. El escándalo fue inaceptable para Lady Fermoy, quien testificó en favor de su exyerno durante la disputa legal por la custodia de sus nietos.
A pesar de ese episodio, Lady Fermoy tuvo una fuerte influencia en la vida de Diana. Fue ella quien la introdujo al entorno real y, según distintas versiones, alentó su relación con el príncipe Carlos, viéndola como una forma de restaurar el honor familiar y reforzar su lugar dentro de la aristocracia. Sin embargo, su postura ante el matrimonio real ha sido objeto de controversia: algunos sostienen que, junto con la reina madre, contribuyó a fraguar los planes para que el enlace se concretara; otros, en cambio, afirman que advirtió a su nieta que los Windsor no eran lo que le convenía. Lejos de idealizar la unión, Lady Fermoy veía el matrimonio como un deber dinástico, no como un acto de amor.
Diana, por su parte, tuvo una relación ambivalente con su abuela. Aunque la respetaba, también resentía la frialdad con la que la familia manejaba las emociones. Según biógrafos como Andrew Morton, ambas dejaron de hablarse antes del matrimonio real, pero hubo una reconciliación poco antes de la muerte de Lady Fermoy.
Lady Fermoy murió en 1993, dos años antes del divorcio de Diana. Su legado permanece como un reflejo de una época donde las emociones eran secundarias frente al deber, y donde ser parte de la realeza significaba, ante todo, encajar.
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