Entretelas | La paz sea contigo
Durante años viví convencida de que los jeans eran el símbolo de haber renunciado al estilo

Nunca fui una mujer que usara jeans. Mientras todas mis compañeras de la universidad se la vivían en sus Levi’s y Converse, yo me paseaba por los pasillos de la Ibero como si fuera a trabajar a una editorial o a la revista Harper’s Bazaar: pantalones de pinzas, blazers con hombreras, y siempre, siempre tacones (mis amigos no me dejarán mentir). Era esa intensa que usaba camisas con cuello abotonado hasta arriba en pleno abril, porque “la moda no incomoda”. Y aquí les va el spoiler: sí incomoda. Pero una lo aguanta. Entre las fotos de mi generación seré recordada por la estudiante que no se quitaba el tacón de aguja, y a mi favor es que mido 1.54 cms.
Durante años viví convencida de que los jeans eran el símbolo de haber renunciado al estilo. ¿Qué tan creativa puedes ser si te pones lo mismo que medio mundo? Sentía que me perdía en ese colectivo de pantalones hechos con mezclilla azul, como si mi personalidad se disolviera entre un skinny y lo consideraba una total “desfachatez”. No, gracias.
Pero luego llegó la vida adulta (y la maternidad): deadlines en mi revista que se acumulan como platos sucios, juntas por Zoom desde la cocina, bebés a los que hay que cambiar el pañal y mocos a las 6:00 am, y yo con apenas tiempo de pensar en camisetas que combinen. Mi clóset gritaba “editorial”, pero mi cuerpo rogaba “comodidad”. Así que, sí… cedí. Me compré unos jeans. Luego tres. Luego seis. Y aquí estoy: escribiendo esto con unos straight-leg en tono crudo y una camisa oversize que parece robada del clóset de mi esposo… pero que le quedan perfectos a mis mocasines (con cero centímetros de altura). Los tacones se han quedado arrumbados, hasta atrás.
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El truco, descubrí con el tiempo y mi acelere, está en hacer de los jeans una base, no el statement. Los combino con tops estructurados, blazers dramáticos, bolsos mini exageradamente lindos (cuando no salgo con mis niños, porque si no aplicó la pañalera), y zapatos que gritan “yo no me rindo, sólo me transformo”. Mis favoritos de esta temporada lluviosa: los wide-leg oscuros con cinturón masculino, camiseta blanca básica y un blazer con color. Power casual, le digo yo.
¿Me sigue costando aceptar que mis pantalones favoritos son de mezclilla? Un poco. Pero también me emociona ver que, con los jeans correctos y el fitting ideal, puedo correr a un shooting, pasear a los niños en el parque, resolver tres mails y aún sentirme como una editora de moda. O sea, práctica, cool (mamá cool como digo yo) y dueña de su narrativa.
Así que sí, los jeans y yo llegamos a un acuerdo: Yo no los juzgo tanto, y ellos no me traicionan en mis looks.
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Porque la moda, al final, no es sólo lo que usas. Es cómo te sientes cuando nadie te está viendo. Y yo, en jeans, me estoy empezando a gustar.
IG: @begocosio
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