Guadalupe de México en el Museo del Prado: la exposición que conecta culturas

Más allá de lo sagrado, su imagen refleja siglos de comercio, arte e identidad compartida entre América y Europa.

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Foto: Ilustrativa-Canva Pro

Cuando se piensa en la Virgen de Guadalupe, muchas personas evocan la tilma de Juan Diego, el cerro del Tepeyac y el fervor religioso que sigue vigente en todo México. Sin embargo, la historia de esta figura va mucho más allá del milagro: se trata de un símbolo profundamente sincrético, nacido de la unión entre creencias indígenas, doctrina cristiana y redes transatlánticas de comercio e intercambio cultural.

Hoy, la exposición Tan lejos, tan cerca. Guadalupe de México en España, en el Museo del Prado, vuelve a poner en el centro este complejo cruce de caminos. Lejos de una devoción meramente local, la imagen de la Virgen guadalupana comenzó a multiplicarse desde el siglo XVII, gracias a su estatus de “vera effigies”, es decir, copias autorizadas que tocaban o reproducían fielmente el original.

Estas obras no sólo circulaban con fines devocionales, sino también como bienes de intercambio, regalos diplomáticos y objetos de prestigio. Así, Guadalupe viajó desde Nueva España a Sevilla, Madrid o incluso Roma, llevada por comerciantes, funcionarios virreinales, órdenes religiosas y artistas.

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Entre el arte, la fe y el negocio

Este movimiento no fue casual. A través del Galeón de Manila y otras rutas comerciales, materiales exóticos como marfil, nácar y sedas también nutrieron las representaciones guadalupanas, dotándolas de un valor estético y simbólico cada vez mayor. La Virgen, entonces, se convirtió en un emblema no solo de fe, sino también de una identidad atlántica que conectaba a América, Europa y Asia.

Como muestran los estudios de los comisarios Jaime Cuadriello y Paula Mues Orts, el culto guadalupano fue impulsado tanto por la necesidad espiritual como por intereses coloniales, religiosos y económicos. Al mismo tiempo, su imagen se adaptó a distintos contextos: desde los hogares peninsulares hasta las capillas de comunidades mineras en América. Cada versión narraba una historia distinta, pero compartía un mismo origen mestizo.

Una imagen que construye memoria

Hoy, siglos después, su presencia en España y otras partes del mundo no solo habla de migraciones o conquistas, sino de la persistencia de un símbolo que supo navegar entre dos mundos. Guadalupe no es sólo una figura religiosa: es una síntesis visual, emocional e histórica de lo que significa ser parte de un legado compartido entre pueblos diversos.

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La exposición Tan lejos, tan cerca. Guadalupe de México en España, en el Museo del Prado, permite ver esta historia con nuevos ojos. Con más de 60 obras entre pinturas, esculturas y documentos, la muestra traza un panorama visual del culto guadalupano desde sus orígenes novohispanos hasta su arraigo en la península ibérica. No solo revela cómo la imagen fue moldeando identidades, sino también cómo el arte operó como vehículo de poder, fe y memoria colectiva.

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Karla Talavera

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